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Ser amable para ser feliz

La amabilidad es una cualidad que nos empuja a ayudar a los demás sin esperar recibir nada a cambio. Sin embargo, sí hay una recompensa: ser amables nos devuelve felicidad.

Ser amable –aunque algunas personas tengan mayor facilidad para conseguirlo– es una cualidad que se genera con el paso de los años, según la formación recibida y en función de la predisposición que uno muestre.

En un mundo caracterizado por el estrés, el consumismo y la individualización, cada día nos encontramos más alejados los unos de los otros. Las tecnologías como internet y las redes sociales, aunque parece que unen a personas físicamente alejadas, lo que consiguen es distanciar un poco más a la sociedad, donde cada vez son menos los que se preocupan por quienes tienen al lado.

Pero lo cierto es que la amabilidad, cuando se recibe, provoca que nos sintamos más felices y esto repercute en cómo afrontamos el resto del día.

¿Gentileza o debilidad?

Cuando un individuo actúa de forma amable, pretende ser gentil y atento con la gente que le rodea. Sin embargo, algunas personas se frenan al mostrar amabilidad por temor a ser consideradas débiles. Esta asociación es un error y no debe ser el camino a seguir, ya que, en realidad, mostrar amabilidad es un signo de fortaleza y seguridad ante los demás. No dejarse llevar por los prejuicios de los que nos juzgan es importante para ser uno mismo y poder desarrollar toda la amabilidad que necesitamos para ser felices.

Lo que obtenemos siendo amables

Practicar la amabilidad conlleva beneficios para uno mismo y, por supuesto, para los que nos rodean. Estas formas de recompensa se dan a distintos niveles: psicológico, social e incluso para el organismo. Cualquier excusa es buena para actuar con gentileza.

  • Por placer: Ser amable nos hace sentir bien. Así que, sin más, se puede ser amable con los demás solo por el simple placer de serlo. Hay que saber disfrutar viendo cómo favorece a los demás un saludo cordial, una sonrisa, una palabra amable o un gesto gentil.
  • Sentirse realizado: La amabilidad hacia los demás genera una situación en que uno se siente realizado por haber podido hacerle la vida más fácil a quien nos rodea. Sentimos que hemos hecho algo útil, un trabajo bien hecho, y esto nos da sosiego.
  • Mejora el sistema inmunitario: El estrés acumulado puede provocar, al relajarse, que el sistema inmunitario se vea debilitado. Adoptando una actitud amable nos sentimos realizados y, en consecuencia, afrontamos la vida con positividad, lo que ayuda a ganar autoconfianza y seguridad en nuestros actos. Todo ello repercute en cómo vemos el mundo y manejamos las situaciones. Al sentirnos capaces, reducimos nuestros niveles de estrés y de ansiedad.
  • Felicidad: Ceder el paso, saludar a diario a los vecinos, dar las gracias o regalar una simple sonrisa son gestos muy sencillos, pero que conllevan una gran carga de optimismo para quien los da y quien los recibe. Los buenos modales son sinónimo de autoestima y, por ello, conviene cuidarlos. Incluso en ocasiones en las que la persona que tenemos delante actúa con agresividad y malos modos, no hay que perder las formas ni intentar pagarle con la misma moneda. Todo lo contrario. Y es que sentirse bien es contagioso y se puede transmitir al resto de personas que nos rodean.

¿Cómo cultivar la amabilidad?

  • Nunca es demasiado tarde. A lo largo de nuestra vida vamos evolucionando y siendo más o menos amables en función de nuestra experiencia vital. Entonces, cualquier momento es bueno para empezar a ser amable, para empezar a mejorar.
  • Desde pequeños. Ser amable no es algo que resulte del todo innato, aunque existen personas que tienen una especial predisposición para mostrarse gentiles. El entorno y la educación influyen fuertemente en desarrollar estas cualidades y, por este motivo, los padres deberían prestar especial atención a la hora de desarrollar e inculcar esta facultad en sus hijos.
  • Dar ejemplo. Si los padres suelen mostrarse amables con el resto de personas, seguramente los hijos copien los patrones y la manera de comportarse. Por ello, es bueno que los progenitores prediquen con el ejemplo, dando las gracias, pidiendo disculpas, ofreciendo ayuda desinteresada, etc.
  • Dar las gracias. Es una acción fácil de realizar que usamos de forma cotidiana, aunque quizás no la empleamos todo lo que es debido. Muchos estudios han valorado el efecto que produce mostrar gratitud a los demás, sea con la pareja, con un amigo, con un compañero de trabajo o con un completo desconocido. Los resultados siempre son positivos y beneficiosos.

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